El comisionado de la Oficina de Asuntos de Migrantes de la alcaldía de Nueva York, MOIA por sus siglas en inglés, clausuró el pasado sábado 4 de junio la Escuela por la Paz, la Salud y la Justicia en la Casa de los Pueblos. Fue un espacio de escucha, donde mujeres y hombres de comunidades indígenas de México, Guatemala y Ecuador compartieron las dificultades que se viven en un país extraño. Hablaron de las barreras lingüísticas que se enfrentan, así como la discriminación y xenofobia que viven en diversos espacios.
Por casi de 3 meses más de 60 familias de Nueva York, se dieron cita al sur de Bronx, para capacitarse en temas de género, acceso a derechos, programas sociales, masculinidades y diversos oficios que contribuyan a mejorar sus condiciones de vida en este país. Es por ello, que el comisionado Manuel Castro nos honró con su visita para felicitarles por este gran logro. Entregó uno a uno en los manos de los graduados los reconocimientos y les deseo que este no sea el fin de su camino, sino que marque la pauta para continuar con el trabajo en favor de las poblaciones migrantes indígenas de todo Nueva York y Estados Unidos.
Durante la visita del comisionado las y los asistentes dejaron en claro que la migración es multilingüe, pues integrantes del Colectivo de Interpretes Colibrí mencionaron como han abierto brecha en hospitales, juzgados y escuelas para lograr que se democratice el acceso a las lenguas indígenas en Nueva York. Hablaron de la necesidad de continuar capacitándose para brindar una atención más profesionalizada y que ayude a gente en mayor situación de vulnerabilidad. Le compartieron de cómo han tenido que cubrir sus propios gastos para seguir a pesar de que la interpretación es un servicios que el gobierno de Nueva York tiene que prestar. Agradecieron el apoyo de organizaciones hermanas como Cielo en California y La Red de Pueblos Trasnacionales en Nueva York, que sin su ayuda no hubieran podido continuar este camino.
Las familias en Nueva York que conforman esta escuela lo dejan claro, pues son las que van abriendo camino, con una lengua extraña como el español o el inglés. Fueron las palabras que compartió Yenni una mujer originaria de la Montaña de Guerrero, que mencionó que las complicaciones que enfrenta al hablar tu’un Savi, su idioma natal: “Todo se me complica, como el comprar la despensa, pagar las cuentas, llevar a mi hija a la escuela. Es un mundo extraño para nosotros. Sin embargo, por la pobreza que vivíamos en nuestras comunidades tuvimos que migrar”. Ofelia una mujer del pueblo nahua compartió lo difícil que ha sido recuperar los espacios públicos para que sus hijas e hijos puedan practicar algún deporte como el fútbol, lo que aleja a la niñez de las drogas que tanto afectan está región del Bronx. Con nostalgia y coraje recuerda como son discriminados por hablar su lengua o venir de México: “Las personas somos más que un papel, no es posible que no puedan reconocerme con derechos solo por ser indígena, yo como ellos pago impuestos, tengo hijas e hijos ciudadanos. No entiendo porque son así.”
Con gran atención escuchó cada una de las participaciones en donde le explicaron la realidad que viven, de cómo sus hijos e hijas en muchas de las ocasiones también han tenido que ser intérpretes de ellas y ellos. Fue emotivo escuchar como el comisionado mencionó que sabe de primera mano lo que es migrar. Compartió su experiencia de cómo en muchas de las ocasiones fue el intérprete de su madre y su padre. Conoce lo complejo de navegar en dos mundos y del esfuerzo que se realiza para seguir adelante.
Mujeres de los condados del Bronx, Brooklyn, Queens y de Manhattan, le hicieron participes de la gran dignidad con la que cuentan los pueblos indígenas, y que a pesar de las adversidades se mantienen con la cara en alto. Luchan por iniciativas de ley y se siguen preparándose en espacios comunitarios como en la Escuelita. “Nuestras hijas e hijos son la futura generación en los dos países. Somos familias que fuimos desterradas por la falta de oportunidad. Somos los héroes no queridos en México y en Estados Unidos, somos las y los trabajadores esenciales, pero que nadie nos escucha. Confiamos que usted pueda llevar la voz de nuestros pueblos, porque conoce nuestra realidad, la vivió y sufrió como nuestros hijos e hijas la están viviendo”.
El comisionado se comprometió a seguir luchando en beneficio de las personas migrantes, reconoce que el pueblo mexicano lo lleva en el corazón pues es su casa, de donde es él y su familia. Aseguró que continuará a pesar de las adversidades, pues desde muy joven está convencido de seguir caminando del lado de los pueblos de América Latina. Reconoció la tenacidad que tienen las comunidades indígenas para mantener su cultura y sus raíces, que buscan en todo momento poder transmitir su legado a sus hijas e hijos, como lo hizo su familia con él. Se llevó en el corazón la postal de las familias del sur de Bronx, que ven con fe y confianza, que personas como Manuel Castro se encuentren ocupando espacios estratégicos en el gobierno de Nueva York, para que sigan garantizando el acceso a derechos de los más olvidados de esta urbe de hierro.