En cada rincón del país existe un migrante haciendo cambios en las comunidades, tal como sucede con la comunidad migrante oaxaqueña una de las más grandes, después de la poblana. Les oaxaqueñes, según el portal del gobierno estatal, hasta 2020, salieron 35,936 personas para vivir en otro país de los cuales 93% migraron a Estados Unidos. Es en el estado de California, en donde vive la mayor parte de oaxaqueñes, sin embargo en la costa este,el número también está aumentando particularmente en Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania.
Edgar Ramírez Pérez, es uno de esos tantos oaxaqueños que migraron al norte. Él es originario de la comunidad de Santa Catalina Chinango, Oaxaca. Ramírez migró primeramente a la ciudad más próxima a su comunidad para poder estudiar, y posteriormente a CDMX, y al ver que la suerte no le sonreía decidió migrar por tercera a vez, pero en esta ocasión fue hacia a Estados Unidos, hace 16 años, llegando al condado de Queens, NY.
Su familia lo convenció de venir a Estados Unidos, “me dijeron que todo mis sueños los iba a cumplir, y esa mentira me atrapó”, comentó Ramírez. Sin embargo, al llegar aquí la realidad era otra, fueron años tristes, años de soledad y nostalgia, comenzó lavando platos, no obstante su sueño era poner un negocio, “que sí dejara”. Al final no resultó, se endeudó, y se convenció que lo mejor era volver a México.
Una visita de despedida a su hermano que vivía en Filadelfia, lo hizo cambiar de idea: se enamoró de la tranquilidad de aquella ciudad y comenzó de nueva cuenta, trabajando con su hermano, y a pesar de que su primer día de trabajo recibió una fuerte agresión en la cara por parte de un joven afrodescendiente mientras entregaba un pedido de comida, no se rindió; aunque emocionalmente se encontraba mejor el trabajo no lo disfrutaba y fue entonces que comenzó a recorrer las calles y pudo darse cuenta que aunque había negocios mexicanos, les hacía falta material gráfico para promocionarlos.
Ahí Edgar comenzó aprender, a través de un taller, este oficio: aquel sueño de un negocio nunca se fue. En este taller de negocios, creyó haber encontrado otra oportunidad, pero al entregar su proyecto le dijeron que su verdadera fortaleza no era poner un negocio sino la publicidad. Se dio cuenta, además, que le gustaba hacer trabajo comunitario, aunque supo que “de eso no se vivía”. Su primer trabajo fue en un sitio web llamado “Mexicanos en Filadelfia”, y a la par había comprado el dominio de Philatinos, ya que su idea era hacer una revista o un periódico.
Pero a falta de presupuesto lo abandonó, y comenzó como colaborador de medios comunitarios, tomando fotos, algunas veces gratis, comenzó a nacer la pasión por los medios de comunicación, y así nació un nuevo proyecto, un boletín llamado, “Sur presencia mexicana en Filadelfia”.
El camino de Ramírez por los medios y la comunidad tuvo distintas etapas, hasta que hace más de 10 años fundó el proyecto de radio por internet Philatinos Radio, y en el trayecto fue aprendiendo ya que cuando comenzó no sabía cómo organizar una radio. “Lo mío siempre ha sido el trabajo voluntario en la comunidad, organizar y algunas otras veces me toca estar de ayudante solamente. Por otro lado, la radio la fundé sólo por un par de años, y sin darme cuenta fue creciendo, ahora se ha consolidado, lo que promete que habrá radio para rato”, recalcó.
“Mi más grande anhelos –señaló– es que para el 2050 la comunidad hispana/mexicana no sólo crezca en población sino que tengamos presencia en todos los ámbitos, pues hemos estado aquí por muchos años y no se ven verdaderos lideres, nuestros niños tienen esa oportunidad de cambiar las cosas en el país”. El último trabajo que Ramírez realizó fue la Philaguetza, como el la bautizó, un extracto de la Guelaguetza en el Museo Penn, y por lo pronto, “seguiré trabajando a través de informar, apoyar y organizar a la comunidad de aquella ciudad, de todas las maneras posibles”.