Por Gloria Tadii
Cuando las luces de la gran urbe se apagaron durante el confinamiento que inició en marzo de 2020, y que ha cobrado la vida de miles de personas alrededor del mundo, entre las que, desafortunadamente, se encuentra una cifra muy alta de hispanohablantes en Nueva York, hombres y mujeres veían que no había una luz de esperanza en lo económico y lo laboral.
Buscaron las maneras de sustentar a sus familias aquí y en sus países de origen, fue entonces que se incrementó el número de repartidores de comida en las calles, que era lo más “fácil”, utilizando las aplicaciones como DoorDash, Relay, entre otras, e inundaron las ciclovías de la Gran Manzana.
Corriendo en sus bicicletas, enfundados en sus cascos y cargando bolsas especiales para la comida con un peso considerable en sus espaldas, esos trabajadores esenciales, que fueron abandonados por el gobierno local, ahí estaban y están.
Y entonces vino la peor parte para ellos y ellas, los asaltos, los robos de bicicletas y en el más triste de los casos la muerte. Todo comenzó agudizarse, sin que ninguna autoridad les haya y les haga justicia, la discriminación por su color de piel, por su lengua los hicieron invisibles ante una ciudad y un sistema que los devora día a día.
El cansancio y el hartazgo de no encontrar justicia, hicieron que se organizaran en masa. Es muy difícil perder un día de trabajo en estos tiempos, los de siempre y las caras nuevas se hicieron presentes el viernes 8 de octubre en las intersecciones de las calles 125 y la 1era Ave, en el Alto Manhattan, para hacer coalición y poder protegerse entre ellos.
Por lo menos en el ultimo año han muerto mas de 10 repartidores en accidentes y asaltos, y para los que la justicia no ha llegado. Esa tarde vimos y escuchamos las voces de esos trabajadores esenciales con sus principales demandas, que pudimos ver a través de proyecciones en el puente Willis, que conecta Manhattan con el Bronx, donde justamente han sucedido la mayor parte de estos incidentes contra los repartidores. También llegaron las mujeres repartidoras que a pesar de su cansancio, estuvieron ahí para darle fuerza a sus compañeros.