Salir del clóset con mi padre mexicano | Molino Informativo

Salir del clóset con mi padre mexicano

by | Jul 3, 2024 | Colaboraciones especiales

Por Margarita Guzmán*
Traducción al español de María Fernanda Buitrago

No fue mi intención salir del clóset con mis padres. 

Si hubiera sido por mí, es posible que incluso hasta ahora, mis padres no tuvieran idea de que su hija es queer. De hecho, cuando cumplí 18 años, me mudé a más de 2000 millas de casa sólo para poder vivir mi vida fuera del alcance de sus ojos y su juicio. 

Como chicana criada en un hogar católico, la idea de ser queer me devoraba. No se me ocurría peor destino que decepcionar a mis padres y avergonzar a mi familia. Nunca había visto imágenes positivas de latines queer. Éramos un chiste, o pervertidos, enfermos, pecadores –personas que no merecían amor y que pasaríamos la eternidad ardiendo en el infierno. Entonces, guardé todos esos sentimientos en algún lugar donde nunca tendría que reconocerlos y oré por alivio. 

Mi primer pensamiento semi formado sobre mi sexualidad despertó en mi conciencia como bilis. Me sentí enferma.

Necesitaba tiempo y distancia para aceptarme antes de siquiera pensar en contárselo a alguien de mi familia. Para muchos jóvenes queer, puedes ser tú mismo o puedes ser hija o hijo de tus padres, pero no puedes ser ambas cosas. Yo no estaba segura de qué dirían mis papás, pero su repudio parecía una posibilidad real. Como mínimo, podrían estar asustados y confundidos. Yo no soportaría causarles ningún daño. Pensé que nunca se los diría y que seguiría viviendo lejos e ignorando las preguntas sobre casarme o tener novios.

A fin de cuentas, resultó que mi padre ya lo sabía.

El año que me gradué de la universidad, mi hermana se estaba graduando del bachillerato. Fui a casa para su ceremonia y después toda mi familia había planeado volver conmigo para la mía. Una noche, mi papá me despertó alrededor de las 3 de la mañana y me dijo que iba a recoger a mi hermana a una fiesta. ‘¿Quieres venir para ayudarme a mantenerme despierto en el camino?’, ‘Por supuesto, papá’. En el auto, media dormida aún, mi padre me dijo que todos vendrían a ver mi vida por primera vez (mi familia nunca había estado en la universidad. Pidieron dinero prestado para comprarme un tiquete de avión y algo de equipaje y me desearon lo mejor cuando me fui para mi primer año universitario). ‘Mmm-hmm…’, fue todo lo que mi yo cansada pudo responder. Luego dijo que cuando llegaran allí se encontrarían con mis amigos y mi familia elegida. Yo despabilé de inmediato y nunca olvidaré lo que dijo a continuación:

“Antes de llegar hasta ese punto, creo que hay algo que debes decirnos. Algo sobre ti que has mantenido oculto. Y creo que nos lo has ocultado porque tienes miedo de que te queramos menos. Margie, has sido mi heroína desde que eras niña. Lo que me vas a decir sólo hará que te ame más”.

Entre lágrimas dije las palabras que pensé que nunca saldrían de mi boca. Mi verdad sobre quién era. Nunca esperé que el momento de la verdadera liberación llegaría a través de una confesión entre lágrimas a mi padre, mientras él sostenía mi mirada y me decía que era valiente por decirlo.

Cuando pienso en esa noche, todavía me sorprende cómo mi padre – MI padre, mi gran padre macho mexicano– abrió un espacio tan seguro con tanta ternura y cuidado. Fue una lección, aunque tardía, sobre la complejidad del amor y las formas sorprendentes en que las familias latinas pueden desafiar las normas y estereotipos culturales. En cómo podemos aceptarnos y crecer unos con otros.

Mi padre murió hace 5 años. Cada junio, cuando salimos a las calles para celebrar a la comunidad LGBTQ+, también conmemoro su memoria por ser el Día del Padre. Estoy muy agradecida de que esas fechas sucedan al mismo tiempo y de que estas dos partes de mí (mi carácter queer y mi latinidad) ya no sean identidades separadas. Mi padre mexicano es la primera persona que vio mi totalidad, la primera persona que me mostró de qué se trata realmente el orgullo.

*Directora Ejecutiva de Violence Intervention Program. Como chicana queer y sobreviviente de violencia de pareja, aporta una perspectiva única a su rol. Obtuvo su licenciatura en la Universidad de Georgetown y su título de abogada en la Facultad de Derecho de la Universidad George Washington. Ilustración cortesía de la autora.