No parece que el mundo estuviera ardiendo | Molino Informativo

No parece que el mundo estuviera ardiendo

by | Jun 23, 2024 | Colaboraciones especiales

Por Ehécatl Ríos

Llevo casi tres años viviendo en ésta comunidad.

Viernes, diez de mayo, bebo un café y salgo en la bicicleta a comprar fruta, en el crucero donde convergen las calles medulares de la comunidad se encuentran congregados varios de los personajes importantes de Rancho Viejo, municipio de Tlalnehuayocan. “¿Va a haber faena?”, pregunto. ‘No, hay un incendio, vamos a subir a apagarlo’, así que me dirijo a por un machete y una pala, con la premura de que ya casi van de salida.

Antes de llegar al crucero me interceptan: ‘súbete’. Vamos al punto alrededor de treinta, treinta y cinco personas, en tres camionetas, no más. Enclavado entre cerros de difícil acceso, una hora a pie después de que nos dejan las vehículos.

Arribamos al lugar, hay pocas personas de las autoridades competentes, ‘¿qué se va a hacer o qué?. Hay que hacer brecha, para que no se siga creciendo el fuego’. Palas, picos, machetes, azadones, sudor, calor, humo… se trata de cortarle el paso al fuego, pero el terreno escarpado, las cañadas no hacen nada fácil la tarea, un paso en falso y no sólo caerías de bruces al precipicio, también a un precipicio incendiado, se varían los puntos donde se trabaja, en medio de la inicial desorganización.

Fotografía de Ehécatl Ríos


Las quejas por la falta de acción de las autoridades: hay quienes dicen que se cierren las presas que surten agua a Xalapa para presionar, otros que se cierren carreteras, hablan de buscar apoyo de helicópteros, mientras se comenta que las hélices pueden avivar el fuego, lo cierto es que las cañadas se incendian.

No se puede controlar el fuego, solo resistir un poco a que exista más apoyo. Me acerco a algunos de los compañeros que conozco, hacemos equipos y se aisla el fuego de una ladera mientras en otra, repunta. Hay mucho por hacer pero poca forma de realizarlo. Hay un grupo aislado que no se logra dar con su paradero, un grupo de policías municipales están en la zona, comentan que llevan sentados todo el día, hay que poncharles las llantas dicen de broma, una pausa, en una mula y un caballo llegan suministros, aguas, sueros y pollos asados, entre albures, quejas y chismes de la comunidad acaece la comida.


La ladera que se había controlado se incendia de nuevo. Empieza a caer la tarde, vamos a buscar en la zona a los compañeros, entramos a una zona donde el suelo quema, las brasas calcinan los pies, el humo cerrado en las laderas hace infatigable la búsqueda, se localizan, y se logra reunir a los compañeros a una zona segura.

Es difícil ver éste bosque que me ha cobijado y sanado el último periodo de mi vida, arder, algo dentro de mí también se quema, se enmudece, se solda con los vestigios de lo que parece ser un fuego provocado, la tarde cae con sus tonos rojizos y naranjas, no hay mucho más por lograr, regresar antes de que la noche y los chaneques de los que hablan te pierdan del camino.

Un hora de regreso a los automóviles, con los pies ardiendo aún por caminar entre las brasas, sudados, ahumados, pero con la promesa de volver a subir mañana a buscar “controlar el fuego”, es diez de mayo, bajo a Xalapa para comprarle rosas a mi madre, en la ciudad inmutable de Xalapa parece no pasar nada extraordinario, tráfico, globos, malabaristas en las esquinas, aquí no parece que el mundo estuviera ardiendo.