Hasta que fue desalojado por policías, la tensión en el ambiente del campamento en la Universidad de Columbia se cortaba en cada golpe de tambor con los brincos de lxs estudiantes al cantar a todo pulmón “Free, Free Palestine!”
El campamento que se montó el 18 de abril fue desmantelado violentamente durante la noche del 30 de abril. Arrestaron a 108 estudiantes el primer día del campamento y a otras 109 personas la noche del 30 de abril, incluyendo a profesores y personas de la comunidad. La segunda tanda de arrestos sigue sin intimidar a lxs estudiantes y han rodeado las entradas del campus, ahora cerrado y ocupado por policías.
Siete meses de ataques del ejército israelí al pueblo palestino y décadas de ocupación son la razón central de la protesta. Estudiantes a lo largo de Estados Unidos han instalado campamentos que exigen el cese al fuego.
En tan sólo unas semanas, lo que estalló en la Universidad de Columbia en Nueva York a mediados de abril se ha propagado a más de 100 universidades de ese país. Se han sumado campamentos en Francia, Turquía, Australia y Canadá. En la UNAM, en la Ciudad de México, anunciaron un campamento por Gaza partir del 2 de Mayo.
Visité el campamento en Columbia para tratar de entender el papel de les estudiantes que se identifican como latines en las protestas.
“Tenemos clases, proyectos y aparte tenemos trabajos para sostener nuestra educación”, comentó JQ, estudiante de Columbia de padres ecuatorianos cuya identidad se protegerá por su seguridad.* “Pero estamos aquí porque sabemos que una calificación al final se puede retomar, pero a los palestinos la vida y su pueblo no se les puede regresar”.
Hace varios días, cerca de la entrada del jardín West Lawn de la Universidad de Columbia todavía se encontraban las bocinas y el micrófono donde los organizadores entonaban cantos y los profesores impartían talleres.
Además de destacar lo que está sucediendo en Gaza, en los talleres en el campamento del West Lawn se abordaba la intersección de movimientos de resistencia en el sur global, como los zapatistas, y de las periferias en el ‘primer mundo’ de los puertorriqueños, dominicanos, hondureños y mexicanos en el Bronx.
“Las mismas personas que construyen las paredes entre Estados Unidos y México son las que construyen en Palestina”, afirma HL, estudiante de padres mexicanos. Para ella, apoyar al pueblo palestino no debe ser una lucha aislada.
El estado de Israel tiene una industria militar enorme, con empresas que fabrican y venden armamento, lo que puede contribuir a conflictos armados en otros países a través de la exportación de armas y tecnología militar.
Por ejemplo, Elta North America, una empresa israelí fabricante de armamento, fue una de las cuatro compañías seleccionadas para construir un prototipo del muro fronterizo entre Estados Unidos y México. La frontera sur de EE.UU. ha servido como un laboratorio de pruebas de aparatos de vigilancia israelí. Distintos gobiernos de Latinoamérica utilizan la tecnología israelí con el software Pegasus para espiar a defensores de derechos humanos y periodistas, aseguran las Naciones Unidas.
“Como mexicana nacida en Estados Unidos, entiendo el sufrimiento, el coraje que nos sacan de nuestros pueblos, que nos despojan de nuestras tierras estos sistemas opresivos”, dijo AI, estudiante de padres mexicanos, en una entrevista en el West Lawn días antes de que fuera desalojado. “La Revolución no se detendrá; veremos a personas de todos los países, de Palestina, del Congo, de Sudán, de México, unidas”.
Por su parte, Katherine, estudiante con padres de Honduras, se inclina hacia la lucha palestina por las mujeres.
“Pero un feminismo que incluya a todas las mujeres”, aclara Katherine. “No solo las mujeres gringas, como suele ser en el feminismo blanco, sino todas, de todas las clases y colores”.
La solidaridad internacional y la resistencia colectiva estaban arraigadas en este campamento. Los profesores apoyaban a sus estudiantes y creaban cadenas humanas para protegerlos contra los intentos de la policía de entrar. A pesar del hecho que el campamento fue desmontado, su demanda de que Columbia desinvierta todo recurso en Israel y que haya un cese al fuego en Gaza sigue en pie.
“Es importante siempre enseñar a personas de todo el mundo que vean esto”, dijo Katherine, emotiva, con brillo en los ojos. “Y puedan darse cuenta de que la única manera de resistir a esta opresión es estar en comunidad, cuidarnos y resistir así”.
La evolución de una revuelta
Los organizadores principales en Columbia son una coalición de más de 120 grupos estudiantiles que incluye grupos como Desinversión del Apartheid de la Universidad de Columbia. Entre esos están también las secciones locales de organizaciones como Estudiantes por la Justicia en Palestina y Voz Judía por la Paz.
El 18 de abril, la presidenta de Columbia, Minouche Shafik, solicitó la intervención de la policía en el campus, lo que resultó en el arresto de 108 manifestantes. Esto generó indignación colectiva y motivó a algunos grupos estudiantiles de otras universidades en Nueva York a instalar más campamentos pro-Palestina. Shafik volvió a llamar a la policía la noche del 30 de abril porque consideró las acciones de lxs estudiantes que ocuparon el edificio Hamilton Hall como una amenaza para la seguridad, explica en un comunicado.
Lxs estudiantes demandan que sus universidades desinviertan en empresas que respalden el desarrollo militar de Israel. Asimismo, insisten que sus investigaciones en ciencia, tecnología y medicina no sean utilizadas para este genocidio y en ningún otro conflicto armado más.
La desinversión puede sonar como una utopía, pero no lo es. La Universidad de York, en Inglaterra, anunció el 17 de abril su desinversión completa en fabricantes de armas y municiones, después de protestas prolongadas llevadas a cabo por estudiantes. En Rhode Island, la Universidad Brown anunció que consideraría desinvertir en empresas israelíes involucradas en la ocupación de Palestina.
Mientras Minouche confirmó en un comunicado que Columbia no se va a desligar de empresas que promuevan las labores militares de Israel en Gaza, la rabia estudiantil colectiva a raíz de la represión, el desalojo y la continuación del genocidio en Gaza es cada vez más fuerte.
En busca de latinas en Columbia
Desde que empezó el campamento, las autoridades cerraron el campus y los profesores pasaron a dar clases en línea. Antes de la protesta había un relativo libre acceso al campus, pero con el incremento de las acciones directas de lxs manifestantes, las entradas estuvieron cada vez más rodeadas y vigiladas por policías, y luego fueron cerradas.
Entré el 19 de abril, escabulléndome a través de una de sus puertas traseras con ayuda de otros colegas, lxs estudiantes estaban arrinconados en el jardín West Lawn dentro del campus.
En el pasto, al lado de montones de cobijas, carpas y pizzas mordidas, había juegos de mesa, barritas de granola, cáscaras de plátano y envolturas de papitas. Cuando no hay cantos, rezos ni talleres, los estudiantes están leyendo en el piso, platicando en grupo o en sus computadoras.
Tan solo el ocho por ciento de los estudiantes inscritos en Columbia son latinxs. Pero entre los cantos en inglés ‘Disclose! Divest! We Will not stop, we will not rest!’, escuché a alguien hablar español. Me emocioné. Envueltas en kufiyas y mascarillas quirúrgicas negras, encontré a dos estudiantes sentadas con un cartel que decía ‘Latam por Gaza’.
Las estudiantes con el cartel, de iniciales AI y JQ, me presentaron a otras más con padres que migraron desde Latinoamérica. Estas latinas, impulsivas y motivadas, son mayormente de primer y segundo año de carrera; ninguna pasa de los 20 años. A pesar de que no logré verles la cara completa, sus miradas con párpados delineados de negro, transmitían una convicción por la causa que podía atravesar fronteras.
No todas se quedaron a dormir. Algunos de sus padres que saben de su participación en el campamento apoyan la causa, pero les dicen que tiene que medir los riesgos que implica poder ser arrestadas, tener registro de eso y ser suspendidas de la universidad.
“No tenemos los privilegios de varios estudiantes que vienen de familias con más recursos que nosotras” dijo JQ. En caso de ser arrestadas, les es un poco más complicado que sus familias las saquen de la cárcel, y que su récord criminal quede limpio para conseguir trabajo después.
AI cuenta que su familia le cuestiona su involucramiento en estas protestas. Sus padres han arriesgado mucho viniendo desde México, dejaron una vida en busca de otra mejor. Entonces, la posibilidad de que la arresten en un campamento pro-Palestina o la suspendan de la universidad no estaba en el plan.
También hay otros padres de familia que no saben que sus hijas iban toda la tarde al campamento. Aunque promueven que sus comunidades estén informadas de lo que pasa dentro y fuera de Nueva York, AI comenta que es difícil que se unan a manifestaciones por Palestina.
“Los que están todo el tiempo trabajando para sobrevivir no tienen tiempo para nada más”, reflexionó AI.
Arrestos y brutalidad policial
“Cuando arrestaron a mis amigos lloré bastante escuchando a todos nosotros, gritándole a la policía, ‘¡por favor no!’”, recordó HL.
A consecuencia de los primeros arrestos en el campamento de Columbia, y a raíz de la total negativa de cumplir las demandas a favor de Gaza por parte de los administradores universitarios, se unieron más personas a las protestas.
Además de los más de 200 arrestos en Columbia, la policía también arrestó a más de 100 manifestantes pro-Palestina en la Universidad de Nueva York el 22 de abril, y 15 estudiantes en la Universidad de Fordham en Manhattan el primero de mayo.
En el City College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CCNY) los estudiantes lograron sacar a la policía del campamento con una cadena humana, empujando a los uniformes azules fuera del campus, pero el 30 de abril la policía intervino a las afueras del campus y arrestó brutalmente a 179 manifestantes con gas lacrimógeno y haciendo uso excesivo de la fuerza.
Los arrestos de la policía hacia los estudiantes y profesores se repiten en todo el país. Ya van mas de 1,900 estudiantes arrestados o detenidos con prácticas violentas y hoy siguen los desalojos. Después de ser procesadxs, algunos son suspendidxs y otrxs expulsadxs de sus estudios.
A pesar de estas medidas, estudiantes de cada vez más universidades se suman a la solidaridad con Gaza.
*A petición de lxs estudiantes involucradxs en las protestas, algunos de lxs cuales tienen familiares sin estatus legal en el país, hemos dejado sus nombres en anonimato.
Una versión de este texto se publicó originalmente Ojalá y puedes consultarla aquí