Los 1001 rostros de la migración | Molino Informativo

Los 1001 rostros de la migración

by | Ene 2, 2023 | Colaboraciones especiales

El Molino Informativo Impreso / Consejo Editorial*

Somos migrantes. Es muy probable que cada una de las personas que habitan la Tierra se haya movido de su lugar de origen, al menos una vez en la vida, al menos un momento. La migración es movimiento, no invasión. Nos movemos, a veces voluntariamente, y otras muchas en contra de nuestra voluntad; contra la marea, movidas por el instinto de supervivencia, y a pesar de todas las penurias y peligros que dejar nuestra casa significa.

Migrar es también una actividad que nos lleva a acercarnos a otras culturas y a otras identidades. Cuando entramos en contacto con personas diferentes, nos cuestionamos quiénes somos, de dónde venimos realmente, qué nos define y cuál es nuestro verdadero rostro. Por eso quien migra sabe de la vida y del mundo, sabe que hay más allá lejos, sabe que irse es una posibilidad para salir adelante. Dejarlo todo y cruzar un continente a pie, a través de selvas, ríos, montañas y desiertos, evadiendo policías, criminales, prejuicios y cansancios, eso también es hoy lo que nos define como seres humanos: perseguir nuestros sueños, luchar por la vida.

A veces no se descubre quién se es, hasta que todo lo que nos parecía la norma se desvanece. Lo familiar, al evaporarse, nos revela quiénes éramos. Cuando desaparecen las tienditas de la esquina, cuando no hay el antojito que acostumbrábamos encontrar entre los abarrotes; cuando, incluso, entre hispanohablantes, alguien dice coche, que en el nación-estado de México quiere decir carro, pero en Guatemala es alguien bien sucio, y en Perú es algo así como puerquito.

A veces, esta nueva condición asumida, este exilio, nos señala: “¡mira, era sólo un espejo, de ésos que traen con los circos, ésos, los de las casas de la risa!” La vida anterior, en contraste con la presente, nos resulta distorsionada en retrospectiva. A veces rodeada del vapor de la nostalgia; en otras ocasiones, empañada por dolor. O la ingenuidad que aún no se perdía, esa forma de ver la vida un poco más simple, hasta inocente. Esa perspectiva medio inocente que los obstáculos nos arrebataron. Al perderla, vemos cómo teníamos un pañuelo atado a los ojos. 

Fotografía de Francely Flores intervenida por el Taller Ahuehuete


El reflejo de tiempos antaños, de nuestro previo-yo nos saluda surreal, distorsionado, medio ilusorio. ¡Y, entonces, emergen ante la vista unos objetos más cerquita, y otros nos parecen tan lejanos! Es esta condición, la de la persona expatriada, la que nos susurra lo que ya sospechábamos: como nuestra trayectoria, el mundo no es estático, sino en constante movimiento. Quiénes éramos ya no somos, y quienes somos ya no seremos. 

Mientras tanto, no obstante, somos. Nos aproximamos al espejo, y sin distorsión, fijamente confrontamos a los 1001 rostros de la migración. Éstos son algunos retratos, en tinta, que narran la topografía de la mente y el espacio interno habitado por ecos, perseverancia, experiencia, tiempo y materia. Y así, compartimos lo que va más allá de la superficie, lo que el espejo no refleja desde todos los ángulos. A veces se necesita estar posicionado en el mismo espacio, poner los pies cerquita, para adquirir el momento específico en el que el ángulo de la luz cae en el espejo. 

A veces nos pasa que en medio de la plática alguien interrumpe lo que estaba diciendo para exclamar: “¡mira, ahí!”, señalando con el dedo índice. A veces se necesita no sólo esa voz, sino ponernos en los zapatos de quien señala, para poder ver bien a lo que se refiere. Nos aproximamos, intentando ver a lo que se refiere. Pareciera, entonces, que notamos cosas en conjunto más rápido. Como cuando alguien murmura algo durante una película que hemos visto ya ochenta veces, pero que no habíamos notado. Si no nos hubieran dicho que miráramos, nos habríamos perdido el momento. 

La perspectiva humana se muda. Migra, va en movimiento. Y es porque cambiamos, sí. Acumulamos las experiencias vividas, las lecciones aprendidas, las neciamente no-aún bien aprendidas, las risas, el dolor, y a las personas que conocemos. Y es claro que tú, al interactuar con alguien de manera regular, también has hecho que su perspectiva migre, que cruce fronteras, que cambie. Cambiamos mientras cambiamos a nuestro entorno.

Y para este traslado de perspectiva, uno de los aspectos más complejos y bellos de esta existencia en el planeta, no necesitamos sacar cita, mostrar ochenta-y-tantos recibos y tramitar documentos. 

Éstas son reflexiones, en papel y tinta, de experiencias cambiando de residencia. Previamente, vivían en la mente de las escritoras, pero esperemos que, si lo permites, también reciban alojo en la tuya. 

*Con esta publicación comenzamos con las versiones digitales del periódico impreso que también es parte de este proyecto multinacional. Iremos publicando los materiales que hasta ahora han permanecido en papel y que corresponden a los 3 primeros números.