Por Paola Segura/Voto Informado UNAM
En mi reciente visita a Honduras para participar como observadora electoral pude platicar con algunos hondureños que han realizado el viaje migratorio hacia los Estados Unidos tras el sueño americano, para así, huir de la inseguridad y las precarias condiciones de vida en su país. La necesidad y el anhelo de conseguir condiciones de vida más humanas, les lleva a continuar intentando, a pesar de que ello represente exponerse a cruzar por territorios inhóspitos donde el mayor reto no es llegar, sino mantenerse vivo y a salvo.
Las causas que han detonado que tomen esa decisión han sido las malas prácticas políticas y económicas, el golpe de Estado del 2009, el fraude electoral en 2017, la violencia exacerbada, la pobreza, el desempleo y falta de oportunidades que estas condiciones precarias conllevan para tener una vida digna, libre de violencia para ellos y sus familias.
El modelo económico en Honduras se ha concentrado en una serie de privatizaciones de las empresas públicas, creando el subdesarrollo y dependencia al mercado internacional, empeorando las condiciones de vida de las y los hondureños. Según datos del Informe sobre Desarrollo Humano 2020 de la PNUD, el crecimiento imparable de los niveles de desigualdad y empobrecimiento sitúan a Honduras en los últimos puestos de desarrollo del continente. Las tasas de homicidio, la extorsión y la amenaza, así como la falta de confianza en los cuerpos de seguridad, hacen imposible la vida en Honduras. Además de que la política para eliminar la protesta social con represión, violencia y criminalización dejan a los ciudadanos en un estado de indefensión sin acceso a los derechos fundamentales de los seres humanos.
El resultado de las elecciones del 28 de noviembre de 2021, donde la participación electoral fue del 68.54% deja evidenciado el hartazgo de las y los hondureños por el Partido Nacional, el partido de derecha. La corrupción de la clase política y la carencia de una agenda pública que favorezca el desarrollo social en beneficio de la clase obrera y campesina han sido causas graves para dicho hartazgo. Además de la poca preocupación por crear políticas públicas que garantizaran la estabilidad económica, la salud y la educación, favorecieron el triunfo para Xiomara Castro Sarmiento, candidata presidencial del Partido Libertad y Refundación (LIBRE). El pueblo hondureño está consciente de que el cambio en su país no será inmediato, pero tienen la esperanza de que las acciones de Castro Sarmiento lleven a Honduras a mejorar la situación insostenible en la que vive la mayor parte de la población.
En cuanto a migración las y los que han intentado ir detrás del “american dream” relatan que el costo que se paga en las rutas de migración de tránsito es muy alto. Señalan que la travesía a los que lo han logrado, les ha llevado de entre cinco a ocho meses de viaje. El pago por cada intento puede costar entre ciento cincuenta a doscientos mil lempiras (6,200 a 8,250 USD); ello, a pesar de saber, que ese dinero no garantiza llegar con bien a Estados Unidos, pero hacen hasta lo impensable para conseguirlo.
Exponerse a las formas crueles del tráfico de personas y colocarse en una situación de vulnerabilidad extrema es la única forma de intentar mejorar las condiciones de vida actuales. Hambre, sed, robo, extorsión, discriminación, humillación, violaciones a todos los derechos humanos, son cosas que están dispuestos a pasar con tal de mejorar la vida para ellos y sus familias.
Los y las hondureñas -todas personas en edad productiva- relatan que la peor parte del viaje y la más peligrosa es el cruce por México, las grandes posibilidades de muerte, el poder ser desaparecidos por los policías mexicanos o la delincuencia organizada, no les hace perder la esperanza de conseguir la residencia en Estados Unidos y ganar dólares por jornadas que ni en sueños, son equiparables a lo que pudieran cobrar por un día de trabajo completo en Honduras.
El tomar la decisión de ir en caravana o buscar un camino que los invisibilice es otra decisión difícil de tomar. Mencionan que las rutas utilizadas comúnmente por el flujo migratorio son muy peligrosas y es mayor el riesgo ya que se encuentran con la peor versión de las y los mexicanos: los ladrones, los abusivos, los borrachos, los delincuentes, los violadores, la policía y los militares extorsionadores y corruptos.
Muchos optan por tratar de esconderse para evitar exponerse aún más a su ya de por sí vulnerable situación como transmigrante, intruso o extraño; estigma con el que tienen que cargar al ingresar a un país que no es el suyo donde el rechazo por la otredad se les hace sentir a cada paso. Así los recibe México.
En contraste, encuentran en su camino ciudadanas, ciudadanos, albergues, organizaciones no gubernamentales e iglesias, una incipiente ayuda humanitaria que los cobija ante el cúmulo de vejaciones que son objeto.
Las personas migrantes dejan su país, no porque quieran exponerse a vivir estos horrores por decisión propia, lo hacen porque huyen de la pobreza y de la muerte. Por ello, es tan encesaria la solidaridad en México, misma que ha sido una característica histórica de nuestro pueblo, pero que desde hace unos años se ha vuelto racista y discriminatoria. Por ello sería un gesto humanitario que en medida de nuestras posibilidades apoyemos a los y las migrantes, tomemos conciencia de que muchos viajan con sus hijos e hijas, niños y niñas que a su temprana edad están expuestos a violencias terribles. Podemos apoyarles a que su tránsito por nuestro país sea seguro y digno, desde diversos frentes sociales como ciudadanes solidarios con sus causas. Entendiendo que las y los migrantes no quieren quedarse en nuestro país.
El fomentar actitudes xenófobas utilizando lenguaje estigmatizante, criminalizador y de acusaciones sin fundamento en referencia a las personas migrantes y solicitantes de asilo, agrava su situación. Reconocer que todas las personas buscamos formas de vida más dignas permitirá compensar un poco la desigualdad de este modelo de sociedad en el que vivimos, donde los países pobres buscamos formas de sobrevivir a la violencia, la precariedad económica y así poder brindarles mejores oportunidades a nuestras familias.