El pasado 9 de Agosto, en la ciudad de Nueva York se inauguró la Primer Semana de los Pueblos Originarios Viviendo en Nueva York, en una ceremonia encabezada por representantes del Consejo de Pueblos Originarios viviendo en Nueva york, del Colectivo de Intérpretes Indígenas Colibrí y de la Red de Pueblos Trasnacionales. Todos y todas ellas migrantes indígenas de Pueblos, Guerrero y Oaxaca, hablantes de español, náhuatl, me’phaa, tu’un savi, mixe y totonaco.
En ese evento, los colectivos y organizaciones tuvieron a bien invitarme a compartir algunas reflexiones sobre la importancia de este acto y lo mucho que falta por hacer. Y hoy me tomo la libertad de compartirle aquí esas palabras:
“Larga ha sido la noche de los pueblos, que ha oscurecido su pensamiento, su forma de vida y su palabra, mientras la vida urbana y occidental acapara y sostiene la luz sobre la vida occidental e individual”.
El violento y confuso encuentro de las culturas occidental y mesoamericana, exactamente 529 años atrás, abrió una nueva página en la historia del continente. Para algunos será motivo de festejo, para otros de reflexión, pero para las comunidades indígenas será un aniversario de una dolorosa tragedia, donde la vida el pensamiento, la ética y los valores de comunalidad, respeto al otro y de confianza en la palabra fueron sustituidos por el dominio de la cultura de la guerra, la competencia, la individualidad y la política del ego. Y es desde entonces y hasta el día de hoy, aquí en Nueva york, que los pueblos sufren el menosprecio, la estigmatización y la marginación de quienes proponen y pretenden organizar la vida en torno al éxito y las libertades individuales como el máximo estadío del desarrollo humano.
Pero el pueblo originario es noble, filosófico, resilente y paciente, y en silencio, en esta ciudad, resiste y lucha mientras sirve a la sociedad dominante cocinando sus alimentos, repartiendo su comida, construyendo sus casas, cuidando a sus niños, vendiéndole flores, agua, artesanías; respetando su entorno, sus vecinos, incluso respetando lo que no entiende a quien no le entiende.
Pero esa paciencia se agota. Ya muchos han muerto, por enfermedades producto de trabajos riesgosos, por accidentes en el trabajo, por asalto, por adicciones. Ya muchos han intentado una y mil veces obtener un documento, acceder a un derecho o un programa de ayuda, y por un documento o por no hablar español o inglés han fracasado.
Hoy, los pueblos originarios viviendo en Nueva York están poniendo en las manos de las instituciones la posibilidad de dar pasos para reconstruir una relación históricamente desigual, injusta y dolorosa.
No tomarla con seriedad esta oportunidad, no comprometerse con esta agenda, sería un error que amenazaría con romper la confianza que necesitamos para que los pueblos vuelvan a creerle a la autoridad y perpetuaría la brecha sembrada hace 529 años.