Los pueblos de México y del mundo siempre hemos ido y venido. Ya sea por gusto, por la guerra, por el hambre o por trabajo, siempre hemos recorrido los caminos de nuestro territorio.
Pero la construcción de lo que se llama la Nación, nos pone un límite legal, político, cultural y material. Pero sobre todo mental.
Antes de que México fuera una nación, los pueblos y comunidades tenían acuerdos de paz y guerra que permitían o prohibían la circulación, el comercio y las relaciones entre los pueblos. Eran entendimientos entre pueblos en donde en la mayoría de los casos, si se pedía permiso y se respetaban las costumbres y reglas escritas, cualquiera pasaba por donde fuera, trabajara donde fuera y podía volver cuando quisiera o se establecía en donde encontrara un espacio no ocupado. Desde Nicaragua hasta Michigan, los pueblos tenían sus territorios, reconocían la existencia y la movilidad de otros pueblos.
La nación mexicana resultó de la independencia, para liberar a nuestra tierra del yugo español. Pero creó una nueva dependencia, un nuevo límite: el gobierno nacional.
Incluso, este gobierno nacional, al principio, tuvo acuerdos con los países vecinos para que la gente pudiera entrar y salir entre ellos. Ahí está el acuerdo Guadalupe-Hidalgo que vendió parte del territorio de México a Estados Unidos, aunque permitía que los mexicanos circularan por ese territorio libremente.
No es hasta el siglo XX que los gobiernos nacionales fortalecieron sus leyes y sus fronteras, las han llenado de agentes de migración, de policías y ejército para que la gente no circule. Es hasta el siglo XX que cruzar fronteras se convirtió en un negocio económico.
Hoy, muchos pueblos, desde Nicaragua hasta Nueva York, han sido obligados a vivir su su vida aislados, encerrados en una jaula de leyes que les hace creer que migrar es malo, que no hay salida a las circunstancias adversas que tienen los territorios.
Mientras tanto, en Europa, con un pasaporte se puede viajar por todo el continente; y si eres canadiense o inglés puedes viajar prácticamente por todo el mundo con sólo pasaporte, con sólo unas cuantas excepciones, donde tienen que solicitar visa, obteniéndola siempre.
Y también los políticos y los ricos empresarios pueden hacer negocios y viajar por todo el mundo. Los cocineros, albañiles y repartidores del mundo deben sufrir, esconderse y tal vez morir para llegar al otro lado del cerro, a Estados Unidos.
Las armas de Estados Unidos llegan a todos lados por medio de comercio legal y las personas que sufren por ellas tienen que sufrir también y si le va bien esperar un año o más en detención o esperando su turno en una frontera.
La gente de los pueblos debe recuperar su derecho a moverse libremente. Por ello, barrios como el Bronx se tienen que juntar con los pueblos indígenas de Arizona y de la mixteca de Guerrero.
Por eso, un grupo de pueblos, comunidades y organizaciones está organizando la Cumbre por la Paz, en la Ciudad de México, en febrero de 2023. Para liberar nuestras fronteras mentales y formar con otros pueblos y grupos, un frente que abra nuevas puertas y puentes para circular.
Escribe un mensaje a marco@globalexchange.org, manda un mensaje a la página de Facebook de Nuestra Lucha Global o sigue en redes sociales los detalles para sumarte a la exigencia de millones de gentes de los pueblos de un acuerdo México-Estados Unidos que permita que nos movamos con libertad, derechos y dignidad en la región.