Por Fabiola Mancilla
Como cada año las almas nos vienen a visitar. En cientos de comunidades indígenas en México, desde el día 28 de octubre la gente fue a “traer a los difuntos”, en un ambiente de nostalgia y celebración. En Nueva York, no fue distinto. Miles de mexicanos y mexicanas nos alistamos con preparativos de la ofrenda que le ponemos a nuestros difuntos desde días antes. No importó el cansancio y las dobles jornadas que muchos hacemos, nuestra gente y las tradiciones lo ameritan.
¡Nuestros muertos también llegan a Nueva York! Fue la expresión que se escuchó en diversos momentos y lugares. Los pueblos indígenas y mestizos de México, seguimos luchando para que nuestra tradición no se banalice, y al contrario, se pueda incorporar a la nueva realidad que vivimos en este país.
El arte y las tradiciones como medio disruptivo en una ciudad que no para, donde las poblaciones migrantes pareciéramos invisibles, pero somos parte del gran motor de la economía de un país que nos da las oportunidades que en México o en América Latina nos han negado. La forma de mantenernos vivos es por medio de nuestra lengua y costumbres, y que nuestros hijos e hijas las aprendan y las mantengan, que se las apropien y las conviertan con su legado latino para que dure por años honrando a sus ancestros.
Con música, cempasúchil, velas, pan, frutas y un desfile de calaveras se conmemoró en el Bronx el día de muertos, exigiendo un mayor fondo para los trabajadores excluidos, –que durante la pandemia fueron de las comunidades más afectadas–, lanzando consignas, buscando unir a la población mexicana dispersa por esta gran ciudad. ¡Fondo para repatriaciones!, se escuchaba en el desfile. Se busca que exista una mayor corresponsabilidad por parte del gobierno de México, a una población migrante que ha sostenido por años a una frágil economía. En un ambiente festivo se hacían presente nuestras necesidades más básicas. Eso es México, que bailando y cantando también se reafirma la exigencia de un pueblo que lucha por ser reconocido en Estados Unidos y en su propio país.
Niñas, niños, hombres y mujeres de con flores, tambores y calacas bailábamos al unísono de la Llorona, recordando a los que en este año se nos adelantaron. Así somos los latinos, el dolor y la esperanza nos unen, siempre recordando de dónde venimos y a dónde vamos, con la frente en alto y “echando pa’lante”.