El enfoque preferido de Donald Trump para tratar con la mayoría de los países del mundo es «diplomacia coercitiva»: amenazas con consecuencias si los demás no cumplen sus exigencias. Sin embargo, México ha sido una excepción a esta regla. ¿Cuál es la particularidad de la diplomacia mexicana en su relación con el imperio estadounidense?
El gobierno mexicano, encabezado por la morenista Claudia Sheinbaum trata de sostener una tercera vía, algo que no es ni confrontación ni capitulación, una muy clara herencia de la diplomacia que por más de 70 años sostuvo el régimen priísta.
Siempre a su ritmo, Sheinbaum ha sido llamada mujer maravillosa por un Trump que suele insultar sin recato a otros mandatarios. En su conferencia semanal, American Community Media discutió este tema y algunos detalles de la política exterior mexicana.
Por ejemplo, refiriéndose a las recientes llamadas telefónicas que han sostenido ambos presidentes, David R. Ayón, investigador del Leavy Center for the Study of L.A., afirma que, “nadie sabe cómo se maneja Claudia Sheinbaum en las llamadas con Trump, sin embargo, sí sabemos que ha dejado claro al gobierno estadounidense la importancia de la relación entre México y Estados Unidos”.
Una importancia que no está centrada en políticas públicas compartidas en ambos lados de la frontera ni en estrategias conjuntas para combatir los principales problemas como el tráfico de armas o de estupefacientes como el fentanilo, ni para la mejora de la vida entre las poblaciones. Es la economía a nivel macro la que tiene el papel protagónico.
“Durante 3 administraciones, México ha lidiado con diversas amenazas diplomáticas para mantener el flujo de inversiones extranjeras y el valor del peso”, sostiene Ayón.
A partir de este análisis es posible señalar que la economía mexicana permanece comprometida con un modelo económico internacionalista de inversiones, lo que se refleja en sus prioridades diplomáticas. “Esto no ha cambiado ni con AMLO ni con Sheinbaum, es herencia del PRI”, subraya Ayón.
Trump ha entendido esto y que la relación con México es única, a diferencia de la que incluso puede tener con Canadá. Luis Alvarado, analista político residente en Los Ángeles, señala que, “mientras Estados Unidos trata a Canadá como el estado 51, ha entendido que México es una economía dinámica y debe mantener una relación distinta”.
Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas: mientras que a nivel de inversiones los acuerdos económicos entre ambos países se han sostenido, quedan todavía algunos puntos importantes que se tienen que rediscutir, como el abastecimiento de agua en la frontera, la militarización de esta zona y los costos de la industria automotriz. Bajo el manto de soberanía, el gobierno mexicano busca obtener las mejores condiciones económicas a pesar de tener que conceder la presencia de miles de miembros de la Guardia Nacional o trasladar millones de litros cúbicos de agua.
Erróneamente se ha considerado beneficiosa esta política económica: “México está demostrando crecimiento en su economía y por ello ya no son mexicanas la mayoría de las personas migrantes, como antes, ahora son de Centroamérica o Sudamérica”, considera Alvarado.
En esta consideración no se han tomado en cuenta ni la violencia del crimen organizado, solapada por el gobierno mexicano, ni las decenas de miles de personas que son desplazadas forzosamente (ni ACNUR ni ningún otro organismo internacional ha reconocido la existencia de esta situación en México) y que buscan asilo en Estados Unidos. Tampoco se ha considerado que al continuar centrándose en la macroeconomía, el gobierno mexicano actual sostiene un modelo extractivista y de despojo que al interior del país sólo profundiza la desigualdad que tantos años de priísmo han dejado, a pesar de que en su diplomacia, todo estuviera fríamente calculado.