Al atardecer del 3 de noviembre, la avenida Willis, en el sur del Bronx, se iluminó con las luces de las camionetas. Esqueletos altos bailaron en la calle al ritmo de la música mexicana. Unos jóvenes encima de una de las camionetas llamaron a los vecinos, quienes aparecieron curiosos en las ventanas y las puertas de sus departamentos. Personas disfrazadas como tigres, esqueletos, y llevando ropa tradicional bailaron al ritmo de tecuanes y otras danzas. Papás y niños caminando en la calle se juntaron al desfile para bailar a su lado.
Ese fue el tercer desfile organizado por la Red de Pueblos Transnacionales para celebrar el Día de Muertos con la comunidad más grande en el sur del Bronx. Para una población diaspórica, eventos como este, son una manera significativa de conservar las tradiciones en comunidad, aún quizás lejos de las familias. Como enfatizó Esteban Estévez, uno de los coordinadores del evento, el desfile “es una invitación a toda la comunidad, a los vecinos de aquí, en el sur del Bronx, para que participen. Eso es algo gratis y para la comunidad”.
Varios grupos, incluyendo la banda de mariachi de la Casa Puebla, los Tigres de Chiaucingo, Guerrero, los huehues de Tlaxcala y el grupo de bordado que tiene reuniones semanalmente en la Casa de los Pueblos, y varios negocios del área participaron para realizar el desfile.
“Esta muy bonito porque mucha gente y muchas comunidades nos ayudaban hacer todas estas decoraciones. Todo lo que se ocupa aquí, la comunidad es la que viene y hace estos trabajos”, compartió Yogui Ariza, una de las coordinadoras del evento.
La procesión hizo una gran vuelta desde la Casa de los Pueblos, ubicada en la calle 146, entre la avenida Willis y la 3ra Avenida. Los diferentes grupos de danza bailaron siguiendo una pancarta llevando el nombre de la Red. Una muchacha se sentó en la camioneta llevando un vestido azul y la falda llenaba la carroza. Con la mitad de su rostro pintado, ella miraba atrás al desfile con una expresión seria. Delante de ella, en la cama del camión principal, uno de los jóvenes empezó a rapear y sus letras hablaban el orgullo de ser mexicano. Muchas de las señoras que caminaban con el desfile llevaban cempasúchiles en el cabello.
Dentro de la Casa de los Pueblos, una gran ofrenda fue construida y decorada con fruta, pan, un plato de tamales, y cempasúchiles hechos de papel. En el sur del Bronx, donde muchos están lejos de sus pueblos y los panteones en donde están sus familiares enterrados, la ofrenda representa algo comunal. Aún de lejos, estas decoraciones cuidadosas hechas conmemoraron este día tan especial.
Varios individuos de la comunidad vinieron en los días y semanas anteriores para ayudar con la preparación del evento. Para ellos, ayudar con la preparación del desfile es parte de la celebración del día. Francisca Galindo vino a la Casa de los Pueblos para arreglar unas frutas y flores el domingo anterior.
“Para mí, el desfile es muy importante porque de esa manera, recordamos siempre nuestras tradiciones. Si se festejan cada año, siempre lo tenemos presente y pendiente en mente, y seguimos celebrando nuestras tradiciones y nuestra herencia cultural”, comentó Galindo. “Por eso también es muy importante para mí participar un poquito en lo que yo pueda, para seguir conservando nuestra cultura y tenerla siempre pendiente, que no se pierda nunca”.
Muchos de los niños se prepararon con sus papás antes del desfile, pintaron sus caras y llevaron ropa tradicional. La participación en muchos de los grupos es multigeneracional y algunos niños participan en las danzas al lado de sus padres. Galindo comentó que le parece importante que estas costumbres sean compartidas por los nacidos ahí en el Bronx.
“Aunque estamos lejos de casa, los niños que nacen aquí, van viendo las costumbres de sus papás, y se van enterando por qué razón lo hacen. El desfile es muy importante, muy bonito, porque han sido los niños, ya lo ven, no solamente platicando [sobre la tradición] con sus papás que en México es así, que lo ven físicamente cómo lo hacen,” agregó.
Galindo, como muchos otros participantes, estaba pensando en las tradiciones de su propia familia mientras pasaba la procesión del desfile.
“Mi mamá siempre decora su altar con las flores de cempasuchitl; muchas las conocen por cempasúchil [en español]”, expresó. “En la mañana, les da el desayuno, chocolate o atole con pan. Al medio, les da el almuerzo, por ejemplo si se prepara tamales o un mole, entonces la cena y el siguiente día, otra vez el desayuno. Siempre mantienen el pan en el altar, y lo que cambia es la comida, que siempre tiene que estar caliente. Cuando está caliente, mantiene el aroma. Cuando ya está frío, la comida no huele y ya no puede ser alimento para los difuntos. En el momento que ya está frío, lo retiran del altar”.
En el desfile, algunas personas llevaron chalecos de seguridad para proteger el desfile contra el tráfico. Uno de ellos fue Reyes Hernández Sánchez, quien estaba recordando las tradiciones de este día en Puebla, en el que el copal, una resina que funciona como incienso, es una parte especial.
“Cada uno tiene su altar, todos se hacen su chocolate en la mañana, se juntan las frutas en el altar para que se vea bonito. Allá había mucho el copal, que se van a buscar en el campo. Se lo juntan en un trotecito de hierba, y cuando lo llevan a casa, huele más bonito. Es una costumbre muy bonita, que no se pierde allá también. Los chicos que a veces no les quieren hacer, no les gusta hacerlo, pero estas costumbres son muy importantes”.
Notando las flores naranjas y amarillas, hechas de papel, y los esqueletos altos que estaban recargados contra las paredes, Hernández Sánchez describió el proceso de pintarlos y arreglarlos.
“Todos participan, aquí venimos a hacer las florecitas de papel. Ese es el trabajo de todos; si una persona no puede venir, una persona más viene a ayudar”.
De la misma manera, el desfile trajo unas memorias de este día feriado para Yogui Ariza. Entre los aspectos ausentes del día –en la versión del Bronx–, la celebración es una herencia compartida y los antepasados de cada uno quedan conservados.
“Estos eventos me dan mucha nostalgia, me acuerdo de mi pueblo y de cómo es el Día de Muertos. Para la gente es un pedacito de lo que no tienen aquí, porque es muy difícil tener todo lo que tenemos allá, y entonces eso es una parte bien importante”.
Después del desfile, las familias se juntaron de nuevo en la Casa de los Pueblos para comer pan y tamales. Esteves, al lado de la puerta, notó la importancia de tener esta celebración en los años que vienen. Solamente unos días antes de la elección presidencial de los Estados Unidos, esta celebración de la cultura fue un acto de resistencia contra un discurso político hostil.
“Eso es algo que traemos de nuestro México, de nuestros pueblos. Recordamos a nuestros familiares que ya se nos fueron, y eso nadie nos los quita”, finalizó Esteves.