La vida que ha empujado al guerrerense Hugo Arellanes a hacer fotografía | Molino Informativo

La vida que ha empujado al guerrerense Hugo Arellanes a hacer fotografía

by | Ago 15, 2024 | Molino Impreso

Su primera interacción con una cámara fue en un mercado, a sus 12 años. Mientras había señores vendiendo frutas y verduras, había un señor –que parecía no ser de la región–, vendiendo cámaras analógicas. El papá de Hugo le regaló una de esas cámaras como obsequio, para que se dedicara a este arte y profesión desde chico.

“Mi papá como que todo el tiempo, dentro de la educación que nos han dado, siempre ha aspirado a que nosotros no repitiéramos su estilo de vida”, recalca Arellanes. Hugo creció en la Costa Chica, en el estado de Guerrero, rodeado por el océano Pacífico: tierra fértil, lagunas, su familia, costumbres y tradiciones.

La cámara analógica empezó siendo una herramienta de trabajo para Arellanes. Pero llegó un punto en el que era mucha la presión y le devolvió la cámara.

 “Le dije [a su papá] ya no la quiero, esto ya no está lindo”.

Sin embargo, Arellanes regresó a ella, y hasta ahora, no la ha soltado.

Inicios en la Fotografía

Hasta sus años de adolescencia, volvió a tener contacto con la cámara gracias a que recibió un premio de pintura. Para recibir el premio viajó a la comunidad del Ciruelo, donde conoció al padre Glyn. Arellanes comenta que Glyn fue una parte muy importante en su vida ya que este padre inició todo un movimiento alrededor de la afromexicanidad en Guerrero. Glyn empezó a sensibilizar a toda la región. Hacía reuniones comunitarias para hablar sobre la afrodescendencia. Incluía a adultos mayores, niños y adultos en estas pláticas.

Hugo vivió un par de años de su adolescencia en el Ciruelo donde iba a estas reuniones y a otros talleres de pintura y grabado con temática de cómo se sentían como afrodescendientes.

Fue durante un taller de fotografía impartido por una chica de la Ciudad de México cuando descubrió su amor por la fotografía. Su maestro de pintura y grabado le sugirió que asistiera al taller, ya que notaba que Hugo se aburría muy fácil. Arellanes decidió probar y se quedó enganchado. Le encantó la magia de la fotografía digital, especialmente porque no tenía que esperar semanas para revelar las fotos como lo hacía con la fotografía analógica. Con una Sony Cybershot de cuatro megapíxeles, Hugo se sumergió en el mundo de la fotografía digital, aprendiendo técnicas a través de tutoriales de YouTube y comunicándose regularmente con la chica que había impartido el taller.

Compromiso con la comunidad afromexicana

Mientras estudiaba una licenciatura en Justicia y Derechos Humanos y trabajaba en el transporte público en su pueblo, Arellanes y su grupo de amigos se preguntaron cómo podían apoyar al movimiento afromexicano. Se dieron cuenta de que muchos líderes del movimiento eran adultos que no siempre representaban las ideas de los jóvenes. Así nació el colectivo Huella Negra, con la intención de crear conciencia sobre la diversidad corporal y la belleza de la comunidad afromexicana a través de calendarios fotográficos. Su primer calendario en 2013 se centró en la diversidad corporal, mostrando cuerpos de diferentes tamaños y formas. El segundo calendario, en 2014, destacó los hermosos paisajes de la Costa Chica.

En su trayectoria como fotógrafo y activista, Arellanes ha tenido que enfrentar múltiples obstáculos. En un momento crítico en sus primeros años viviendo en la Ciudad de México, tuvo que vender su cámara y su dron para sobrevivir. Durante este tiempo, dependía de la ayuda de amigos para obtener equipo prestado y trabajaba en talleres y conferencias para mantenerse activo en el mundo de la fotografía. A pesar de las dificultades, nunca perdió de vista su objetivo de apoyar a la comunidad afromexicana a través de la fotografía.


Mudanza a la Ciudad de México

En 2014, la vida de Hugo dio un giro cuando conoció a José Luis Cuevas, un reconocido fotógrafo contemporáneo. Hugo se convirtió en su asistente y fue invitado a la Ciudad de México, donde decidió quedarse. En la ciudad, continuó su formación en fotografía, trabajando inicialmente en una agencia de fotografía de bodas y luego de manera independiente. A través de estos años, mantuvo contacto con la chica que le había enseñado fotografía en el Ciruelo, quien le siguió dando orientación y apoyo.

Arellanes también enfrentó desafíos emocionales y de salud debido a su intenso activismo. Se dio cuenta de que la lucha legislativa y las campañas de visibilidad eran agotadoras y frustrantes, especialmente cuando se encontraba con políticos que mostraban poco interés en las causas afromexicanas. Eventualmente, decidió retirarse de la lucha legislativa y centrarse en la fotografía como una forma de sensibilización, encontrando un equilibrio emocional y permitiendo que una nueva generación de activistas tomara el relevo.

Calendarios y Visibilidad

En 2018, Hugo publicó un calendario que se centraba en jóvenes afromexicanos en la Ciudad de México que estaban logrando cosas significativas. Encontró y fotografió a bailarines, abogados, músicos y otros profesionales, evitando los estereotipos tradicionales. Este proyecto tenía un objetivo claro: crear referentes positivos para la juventud afromexicana. Un ejemplo destacado es Luis Ángel Hernández Liborio, un compositor y estudiante de leyes internacionales que desafía los estereotipos negativos sobre la inteligencia y el talento de las personas afrodescendientes.

El calendario de 2019, que también es parte de la exposición colectiva en Nueva York, se centró en los abuelos afromexicanos y sus historias de vida. Hugo destacó las contribuciones y los desafíos que enfrentaron, como la falta de pensiones y el continuo de esta gente aún estando ya viejitos. Este proyecto ayudó a avanzar en la discusión sobre qué significa ser afromexicano, más allá del color de piel.

La Importancia de la afromexicanidad en su trabajo

Hugo critica la tendencia a folclorizar la cultura afromexicana, especialmente en el contexto de la danza de diablos, una tradición significativa en la Costa Chica. Tras el reconocimiento oficial de la comunidad afromexicana en 2019 y su inclusión en el censo de 2020, Hugo observó que las campañas de visibilización a menudo se centraban exclusivamente en las danzas, dejando de lado otras caras y realidades de la vida afromexicana. Esta reducción de la cultura a un solo aspecto folclórico es algo que Hugo busca combatir a través de su trabajo fotográfico, que se esfuerza por mostrar la diversidad y profundidad de la comunidad afromexicana. Ha utilizado la danza de diablos en su fotografía de manera política, destacando su importancia histórica y cultural, y rechazando su trivialización como un mero espectáculo. Para él, la danza de diablos es un ritual significativo del Día de Muertos, y es crucial preservar su valor histórico y cultural.

Desafíos y Esperanzas

Hugo ha enfrentado numerosos desafíos a lo largo de su carrera, desde el racismo en la Ciudad de México hasta momentos en los que tuvo que vender su cámara para sobrevivir. Sin embargo, su pasión por la fotografía y su compromiso con su comunidad lo han mantenido en marcha. Hoy, con una década en la Ciudad de México y una carrera establecida, Hugo sigue utilizando su talento para generar reflexión y promover el reconocimiento y la inclusión de la comunidad afromexicana.

Durante una charla en la Universidad de Guadalajara, se le pidió que recitara un verso de la costa, pero se negó, manteniéndose fiel al contexto académico de su presentación. Este tipo de situaciones le ha enseñado la importancia de ser coherente en su mensaje y en su enfoque, evitando caer en la folclorización de su cultura.

Además, Hugo ha compartido su conocimiento y experiencia con las nuevas generaciones, ofreciendo talleres que se enfocan en la importancia de transmitir ideas y reflexionar sobre problemáticas específicas, en lugar de centrarse únicamente en la técnica fotográfica. Su consejo para los jóvenes fotógrafos es explotar sus ideas al máximo, investigar y confiar en su propio punto de vista.

** El infierno puede ser divertido si estás con el demonio correcto. Fotografía de Hugo Arellanes