A diario, miles de personas cruzan la frontera entre México y Estados Unidos en busca del “sueño americano”. La migración ha sido una constante a lo largo de la historia, desde los primeros seres humanos en la tierra, siempre en búsqueda de una vida mejor. Sin embargo, en nuestra era “moderna”, las formas y razones de esta migración se han transformado.
A medida que Estados Unidos implementa nuevas leyes para detener la migración, esta misma ha escalado. En su mayoría, los migrantes han optado por cruzar por el desierto, el río o utilizando documentos falsos, a este acto se le conoce como cruzar por la “línea”. Esta práctica implica el uso de documentos falsos para pasar por las diferentes garitas a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos, formas que han sido muy bien aprovechadas por los contrabandistas.
Paralelamente, están las personas que ingresan, de manera regular, a través de asilo. Aunque el proceso es muy largo para obtener una cita a través de la aplicación CBP One, algunas otras se entregan a los oficiales de migración e inician sus procesos una vez dentro del territorio estadounidense.
¡Yo me voy!
Erika José es una joven madre originaria de Tlaxiaco, Oaxaca, y hablante de mixteco, radica desde hace algunos años en Nueva Jersey. Caminando por las calles de la ciudad de Passaic, Erika dedica sus mañanas a vender comida en la terminal de autobuses de esa ciudad, y aunque no tiene un permiso, ella dice que no hay otra forma para sostener la manutención de sus hijas, pues su pareja regresó al estado de Puebla, a despedirse de su madre en su lecho de muerte, y como volver por la frontera no es fácil, él ha decidido establecerse allá.
En entrevista, Erika nos contó que, hace más de 10 años, entró a Estados Unidos con asilo político junto a su hija mayor, Dulce María José. Una vez que cruzó hacia Estados Unidos, el primer estado donde vivió fue en Florida. Al preguntarle cómo fue su entrada dijo: “Me atendieron muy bien y pensé que no me iban a aprobar la petición de asilo, pero finalmente me dejaron entrar con la niña”, explicó Rosa. También mencionó que previamente había residido en Tijuana antes de cruzar la frontera hacia Estados Unidos.
Una vez dentro de territorio estadounidense, inició su proceso migratorio en el estado de la Florida, donde viven algunos familiares, “estuve yendo por 6 meses”, primeramente era para obtener un permiso de trabajo, y así lo hizo, nos contó, desafortunadamente el permiso nunca llegó, después de ese periodo pudo tener una abogada, por tres meses. Sin embargo la abogada solo se presentó una vez a la corte con Erika, y posteriormente ya no tuvo ninguna noticia, lo que la orilló a abandonar el caso y el estado de Florida para mudarse a Nueva Jersey.
Rosa procreó a dos niñas más, apoyada por su pareja vivieron algunos años, pero las circunstancias han cambiado y al verse sola, con tres niñas, decidió volver a México para reunirse con el padre de sus hijas. Al preguntarle la razón específica de su retorno, expresó: “Ahora ya no hay trabajo como antes, las rentas están muy caras, además en México están mis padres”.
Al cuestionarle qué piensa de los recién llegados comenta: “ya no hay sueño americano, ahora es puro sufrir, aquellas personas que están pensando en venir a Estados Unidos, que lo piensen porque es duro, no hay trabajo y ya no se puede mandar dinero como antes, el dólar ya ni vale, apenas se gana para comer y para la renta, por eso ¡yo me voy!”.
Yo no escuché las recomendaciones y aquí estoy de nuevo
Otro estado que sigue expulsando personas es Guerrero, México, la violencia, la pobreza los sigue obligando a arriesgar sus vidas. María de Lourdes Aguirre, recién llegada a Nueva York, nos contó su travesía por la frontera donde casi pierde la vida.
Dejó en Tlapa de Comonfort a su pequeño hijo y a su padre y sin más, el 14 de enero de 2024, decidió emprender el viaje hacia la CDMX para posteriormente abordar un vuelo a Hermosillo, Sonora, y de ahí a Cananea, donde hizo el primer intentó sin éxito y junto con otros fue detenida por la patrulla fronteriza, “pensé que no iba salir pues habían pasado 12 horas”.
“Después de salir volví a intentar por ese mismo lugar dos veces más, pero al estar migración frente a mí lo único que hice, fue no seguir corriendo, sino regresar para atrás y volver a saltar el muro, regresando a Cananea y ahí me quedé 8 días varada”.
Sin embargo relató que fue hasta el miércoles que logró cruzar con un grupo de diez personas, y al pasar de los días se fueron quedando sin comida, bebiendo agua de un arroyo para poder resistir. Recuerda que se cayó muchas veces, “aún tengo una espina en la mano que no logro quitarme”, durmiendo en el frío y escuchando el aullar de los coyotes, llegó el sábado y se encontraron con los agentes de la patrulla fronteriza nuevamente, Aguirre se sentía enferma, pensando que era el agua del arroyo, mientras todos huían de los agentes.
María se fue retrasando con el “coyote”, por lo que decidieron esconderse, y una vez que las lámparas de los agentes desaparecieron, cruzaron la montaña. Para ese momento, nos cuenta Aguirre, ya estaba muy cansada, y le pidió al acompañante que la dejara, “yo ya estaba mal, me dijo, el coyote, te veo muy pálida, ¿te sientes bien? Yo le dije: “no, ya siento el latido de mi corazón en mi oído y en mi garganta”. El coyote le advirtió a María que no se moviera y le indicó que prendiera su celular.
“Las horas empezaron a transcurrir y con ellas la noche, la temperatura también fue descendiendo, y el sueño me estaba venciendo, y no llegaban. De pronto escuché balazos a lo lejos, al ver unos animales moverse, iluminé con mi celular y descubrí que eran jabalíes”.
María a pesar de estar lastimada emprendió la huida nuevamente, adentrándose en el monte, su celular perdió la señal, hasta que finalmente entró un mensaje, diciendo que no pudieron recogerla, que lo mejor era que se entregara a migración. En ese momento ella narró que ya no sentía las piernas y se encontraba en medio de la nada, así que decidió llamar a su hijo mayor que vive desde hace un año en Nueva York, para despedirse.
María se preparaba para el final recomendando a su hijo cuidar de su hermano y de su abuelo, su hijo la convenció de llamar al 911 para entregarse, debido al difícil acceso la hicieron caminar otros 45 minutos, ahí esperó, detalló que ya no sentía los latidos de su corazón, y de pronto pudo ver las luces de una camioneta. Finalmente la recogieron los agentes, sólo recuerda que despertó en un hospital, donde estuvo recuperándose unos días, llegando a un acuerdo con migración de abandonar el país, sin embargo su meta era llegar a la gran urbe.
Y así fue después de varias semanas logró reunirse con su hijo. Al preguntarle cuál fue su perspectiva al llegar a la gran urbe comentó: “no es como yo lo imaginé, he caminado incansablemente en todas las calles buscando trabajo y no hay nada, pensé que sería más fácil porque ya había estado antes en la ciudad”. Aguirre enfrenta actualmente problemas de salud en su corazón, la tristeza por haber dejado a su familia y la preocupación por pagar su deuda la invaden cada rato, pero ella dice que no queda más, “tenemos que echar para delante”.
“Yo no escuché recomendaciones sobre la difícil situación y aquí estoy de nuevo”
Aguirre, al igual que Erika, se han enfrentado a distintos desafíos como migrantes y ambas coinciden que, ya no existe el sueño americano.