El pasado domingo 25 de septiembre de 2022 se realizó una vigilia para recordar los dos años del asesinato de Victorio, un deliverysta del pueblo Me’phaa de Guerrero, cobardemente fue arrollado el 23 septiembre de 2020. Su hermano, Elías Hilario alzó la voz para exigir justicia sobre su caso. En esta ocasión su discurso fue diferente, pues anunció que el pasado 17 de este mes –después de dos años–, le informaron que el responsable de esta muerte fue capturado, y con esta información su corazón encontró algo de paz.
Familiares, amigas y amigos nos reunimos para que junto al cantar del pueblo de Guerrero se rezara una oración por su eterno descanso. En la esquina donde perdió la vida Victorio, se colocó una lona con su rostro, recordando que sigue viva la exigencia de justicia. Una vela y ramos de flores emulaban el pequeño altar que se montan en los pueblos de Guerrero cuando queremos recordar a un ser querido que ha perdido la vida. Los automóviles que en más de una ocasión nos hicieron movernos, nos recordaban lo peligrosas que son las calles de esta urbe de hierro.
Elías mencionó la importancia de resistir y persistir, pues como lo ha dicho en anteriores ocasiones no cesará hasta que el culpable de la muerte de su hermano sea juzgado. Recordó que cuando su hermano fue atropellado, el responsable lo dejó tirado a su suerte sin importarle nada. También mencionó que con la muerte de su hermano se desencadenaron más accidentes de los denominados deliverystas, los repartidores de comida de Nueva York, que durante la pandemia cobraron relevancia pues fueron los trabajadores que no pararon, a pesar de todo y todos fueron el motor de una frágil economía norteamericana.
Esos héroes y heroínas sin capa, que estuvieron siempre al frente en una de las peores crisis que hemos enfrentado como humanidad, fueron los más afectados en todo este periodo. Cifras del grupo de Deliverystas Unidos refieren que tan sólo en este año 2022, al menos 25 repartidores de comida han fallecido en las calles de Nueva York, muchos de ellos y ellas pertenecientes a pueblos originarios de México y Guatemala. En la mayoría de los casos por la dificultad de enrolarse al mercado laboral ven en ser deliverysta la opción más viable. Lo más triste de esto, es que estas muertes siguen impunes.
“Nos tenemos que unir, no por ser indocumentados no tenemos derechos”, fueron las palabras de Elías que con potencia se escucharon en el Bronx. Los últimos años de su estancia en Estados Unidos han sido duros, pues ha luchado contra la soledad y la depresión. A pesar de esto decidió no claudicar, de lo contrario no podría ver a los ojos a su madre al regresar a su San Juan de las Nieves querido. La lucha de Elías es loable, pues no persigue dinero ni reconocimiento, va contra viento y marea con la única consigna de que Victorio y los otros deliverystas consigan la justicia en este país extraño, que constantemente nos hace sentir que no somos personas por nuestro estatus migratorio.
Elías y todos los familiares de los repartidores son el ejemplo vivo de la tenacidad de los pueblos indígenas de México, que con dignidad logran mover montañas. Por ellos y por todos las y los migrantes indocumentados en Estados Unidos, obtener justicia para los que se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad es una necesidad imperante de humanidad.