Comunidades en acción | Molino Informativo

Comunidades en acción

by | Oct 12, 2021 | Comunidades

Por Yogui Ariza

Nueva York.- “Mami, Mami, ¡Mira! ¿Sabes que China tiene el primer infectado por Coronavirus porque una persona se comió un murciélago? Mira cómo mueren,” mostrándome un video me dijo mi hijo. 

A mediados de febrero, en casa, empezamos a escuchar las noticias del confinamiento en China. Mientras tanto, la ciudad de New York llevaba la vida diaria normalmente, sin pensar que en poco tiempo estaríamos en la misma situación o peor. Tan pronto como en menos de dos semanas, las tiendas empezaron a ser un caos. Entre comentarios se escuchaba que uno debería prepararse con alimentos para sobrevivir la, ahora conocida, pandemia. 

Acudí a una tienda de alimentos por mayoreo. A la distancia había varios policías y personas discutiendo desesperadamente por entrar primero a la tienda. Mientras tanto, notaba que había 50 personas en línea delante de mí para poder comprar comida de la canasta básica. 

El hambre ha subsistido desde antes de los años 80. Aunque en esos tiempos el hambre no ha sido tan visible, miles de personas han muerto por no tener que comer. Restaurantes o tiendas de alimentos no dan accesibilidad a que tengas alimento si no pagas la compra completamente. Aunque así te falte tan sólo un penny de dólar. Las calles se inundan de miles de desamparados sin nada que comer. El hambre existe en todo el mundo perjudicando mayormente a familias pobres de bajos recursos y comunidades indígenas. 

Llega mi turno para abastecerme de alimentos. Observó que las personas discuten por ganarse primero los alimentos. Con gran decepción, leo y me doy cuenta que tengo un número limitado de alimentos que puedo comprar. Tomo lo poco que puedo y pienso en lo que nos espera siendo una familia de seis. Entre ellos está un niño de nueve años que no tiene idea de la situación que estamos apunto de vivir. 

Temerosa y nerviosa llegó por fin lo que nunca imaginé vivir en carne propia; los efectos del coronavirus. Llego a casa trayendo como consecuencia el hambre, el desempleo, pero lo peor fue la enfermedad por sí misma que mantuvo a mi esposo en cama y a mí preocupada en cuidados sanitarios para que su salud mejorará. Todo esto, sin ninguna ayuda, aislada de toda la familia. 

Sin alimentos el ser humano no es nada. Es vital que el ser humano se alimente de dos a tres veces por día para sobrevivir. Los alimentos aportan al organismo los nutrientes necesarios para tener un buen funcionamiento de órganos y cuerpo. 

Al igual que yo, otras personas y familias pasaron lo mismo. Es así que familias pertenecientes a la Red de Pueblos Transnacionales, cuyas la mayoría son inmigrantes, iniciaron la primera distribución de alimentos. Tomamos dinero de la Red; dinero que un año antes cooperamos de nuestra bolsa para cualquier emergencia. 100 distribuciones se dieron a 100 familias, cada una con historia similar a la falta de alimentos ante el abandono del estado de NY. Rápidamente nos dimos cuenta que un cambio no pasaría pronto. Nos organizamos para seguir ayudando a familias inmigrantes. 

El consulado mexicano siendo el primero en escucharnos hizo una donación de 250 despensas para la comunidad. Con él dimos el paso a lo que hoy es un banco de comida que abastece a más de 100 familias inmigrantes de bajos recursos. Todo nuestro esfuerzo llegando a familias mayormente de pueblos con lengua indigena que aparte de ser unas de las comunidades más afectadas, son limitadas por no saber hablar ambos idiomas, español e inglés. 

Empacando con pocos voluntarios logramos alimentar cerca de trescientas personas en la primera distribución con el consulado mexicano. Las personas preguntan cuándo pueden volver a recoger alimentos y me explican sus necesidades algunas sufren no sólo de alimentos, también de comunicación, en la lectura y la escritura.

Suena mi teléfono contesto y, “¡Bueno! ¡Hola Yogui! Ante la necesidad de la comunidad estaremos haciendo distribuciones de comida, siendo tú la única que estuvo presente en la distribución del consulado, ¿Quieres ser la encargada de organizar las compras y repartir las despensas?” me pregunto Luis el organizador de la primera despensa. Sin pensarlo dije sí. 

Es así que cada quince días mi trabajo empieza muy temprano. El miércoles, tres días antes de la distribución, se hace la publicación en donde las personas se inscriben. El viernes se les hace saber en dónde y a qué hora recoger el sábado. 

Aunque mi dia los sabados empiezan a las 6 de la mañana, siempre hago las compras comunitariamente con compañeros de distintos colectivos de comunidades originarias todos dando tiempo voluntariado sin ninguna remuneración. Iniciamos las compras cada 15 días y usualmente llegamos al taller a las 9:30. En donde, organizamos los voluntarios para empacar. Alistándonos para recibir a las familias beneficiadas. 

Mensajes y llamadas me empiezan a llegar, entre ellas una madre de 30 años. 

–Bueno, dice ella. Estoy llamando para avisarle que no recogeré mi despensa porque estoy infectada de Covid 19. Estoy en cuarentena. Tengo un niño de 11 años y un bebe, necesito los alimentos. Un momento de silencio fue mi respuesta.

–¿Cuál es su dirección? Yo enviaré a alguien a dejarsela. 

Historias como estas y muchas más me hacen darme cuenta que cada desvelo, cada tropiezo, y todo el esfuerzo es importante para la humanidad. Ante las necesidades de muchas familias con las mismas historias, es de suma importancia que las familias con bajos recursos puedan obtener alimentos fácilmente sin la necesidad de perder su dignidad. Todos somos seres humanos y todos tenemos derechos a alimentarnos sin excepción alguna.